Para muchas de las palabras en masculino y femenino se ha ido desarrollando una versión femenina. A menudo se trata de palabras que designan oficios que no solían desempeñar las mujeres y con el tiempo, consiguen mayor igualdad social y entran a ámbitos que antes tenían vetados.
Ese es el caso, por ejemplo de juez /jueza, fiscal /fiscala. Sin embargo, nadie se refiere a alguien como motoristo, pianisto, guardio, solisto, oficinisto o periodisto.
El español tiene mecanismos suficientes para distinguir el género de las palabras de género común y pocas veces se dan ambigüedades. Suele bastar con un artículo para entender perfectamente que «la juez sentenció al pianista a tocar sin parar hasta que una periodista se levantó, llamó a su novio, oficinista y se fueron a cenar con la fiscal y el guardia».
Lo que no se recuerda tanto, es que muchas mujeres siguen sufriendo la opresión de las sociedades en las que viven y la violencia de los hombres que las rodean, una vergüenza para toda la humanidad.
Es difícil que la vocal “a”, ella sola, cambie la sociedad. Las leyes y la educación tendrán que hacer la mayor parte.