Los nombres nombran, pero igual no acaban de nombrar bien. Para afinar la función que desempeñan los nombres, los adjetivos los modifican; parece raro pero es de lo más normal y concreto: entre una cerveza rubia y una negra, entre un café solo y uno cortado, entre la camisa verde y la blanca, solo hay un adjetivo.
Si hablas de un hombre feo, una montaña escarpada, aquel gallo, mis zapatillas, algunas nubes, tres pisos, el cuarto curso o el doble trámite; o si te preguntas cuántas estrellas hay en el cielo o si te admiras: « ¡Qué emocionante la carrera! », estás usando adjetivos.
Por lo tanto, los adjetivos son palabras que acompañan a los sustantivos y los califican, los numeran, los señalan o los distinguen.
«Lo bueno de los domingos es que no pasa nada.»